Cuando Lillian Trasher fundó el primer orfanato de Egipto, algunos pensaron que una mujer estadounidense sola, sin recursos ni apoyo económico, con seguridad sería asesinada, o se morirá de hambre. Pero Lillian-segura de la guía divina-fue fiel a su temprana promesa a Dios: Si puedo hacer algo por ti, házmelo saber, y lo haré.